Marlo Brito
En las películas, en los diarios, en las investigaciones y biografías sobre Ernesto Che Guevara, existe un penumbra sobre su paso por Guayaquil, donde vivió unos meses en 1953, mientras recorría América Latina. El escritor investigó sobre la amistad del argentino con un grupo gay a su paso por esa ciudad.
En mis años juveniles adquirí cierta fama dibujando la cara del Ché en las paredes de Quito, por las madrugadas, a mano alzada y a la carrera. Eran tiempos donde el frío de la madrugada y la policía se disputaban el premio mayor a la crueldad.
¿A quién pintamos en aquellos años? La figura era de la foto-ícono tomada por el fotógrafo cubano Alberto Korda, que representa, de alguna manera, el símbolo de la revolución cubana y aquella imagen arquetípica del “guerrillero heroico”.
Ernesto Guevara de la Serna lleva el mismo nombre que Ernesto Carrión, el autor de la novela Triángulo Fúser. La despechada, poética y fantasmagórica vida de Ernesto antes del Ché.
Ese nombre, Ernesto, fuerte, determinante, sobre todo en los años 60, inspiró al padre del autor y lo terminó de bautizar así. El jueves 22 de febrero, en Quito, en la librería Mr.Books, en el marco de la presentación de esta magnífica novela, nos confesó Ernesto esta historia, su historia.
De allí nace la idea de la novela, como una suerte de ajuste de cuentas, no con el Ché, sino con su padre, un típico izquierdista de los años sesenta que bautiza a sus hijos e hijas con nombres revolucionarios.
Un segundo origen de la novela ubica Ernesto en el mundo homosexual, que sufre los embates y la furia de una sociedad guayaquileña conservadora y violenta. Añade un tercer factor al hecho de que, ya en la adolescencia, por los pasillos de los colegios de la élite porteña se hablaba de cómo secuestraban mujeres trans y travestis para hacerles daño. De alguna manera, permite la interpretación de la audiencia para suponer una suerte de vindicación de uno de los más importantes poetas de la época, David Ledesma Vásquez.
Pero, ¿qué tiene que ver un grupo de gais con el joven Ernesto Guevara? Pues, en septiembre de 1953, a los 25 años, cuando Ernesto aún no era el Ché, llegó a Guayaquil con un grupo pequeño de argentinos y se hospedó por dos meses en el barrio Las Peñas. Allí, quizá escapando de sus amigos de viaje, trabó amistad y frecuentó a Fortunato Safadi, Jorge Maldonado Renella (posteriormente abogado procurador de León Febres Cordero) y Enrique Arbuiza. También aparece una foto desenfadada, incluso erótica de época del joven Ernesto Guevara, sobre una panga y sin camisa, publicada por el periodista Pepe Guerra Castillo. Maldonado Renella, Arbuiza y Castillo eran homosexuales. Lo que se conserva de aquella foto y de aquella historia es un recorte y muchos silencios.
ES CURIOSO, SE PREGUNTA EL ESCRITOR CARRIÓN, CÓMO EN LAS PELÍCULAS, EN LOS DIARIOS, EN LAS INVESTIGACIONES Y BIOGRAFÍAS SOBRE ERNESTO GUEVARA, EXISTE UN PENUMBRA SOBRE SU PASO POR GUAYAQUIL. A LO SUMO, EN CIERTOS CASOS, UNAS RÁPIDAS REFERENCIAS; EN OTROS, INCLUSO UN BRUSCO Y NOTORIO SILENCIO.
Ya con la vela prendida en torno a esta historia, cuenta Ernesto Carrión que viajó a Cuba, a la Casa de las Américas. Allí estaba Paco Ignacio Taibo, el biógrafo oficial del Ché. Le dijo que vio el documental de Netflix y le preguntó: ¿Por qué te saltas Guayaquil? Pues no obtuvo sino una evasiva y salió corriendo.
Esto hizo pensar a Carrión que Ernesto Guevara de la Serna tuvo una doble vida en Guayaquil. Para sostener esa hipótesis tuvo que recopilar abundante información, llevar a cabo una tarea investigativa rigurosa, limpiar la paja del trigo y tener una idea más cabal del personaje antes que se convierta en el Ché. La estancia en Guayaquil habría sido determinante para el giro radical que dio en su vida, pues en vez de viajar a Venezuela para ejercer la profesión de médico decidió ir a Guatemala para estar cerca de las transformaciones que estaba protagonizando el gobierno de Jacobo Árbenz.
El diario, el segundo sobre su paso por Guayaquil, nada menciona de la ciudad: ni el río Guayas, ni Las Peñas, ni la Rotonda, algo que cualquier visitante pudo haber registrado. Apenas aparecen mencionados los guayaquileños y esa es la diferencia sustancial con las partes del diario sobre Perú o Panamá, donde hay un relato detallado de sus ciudades.
Por último, existen testimonios sobre cuatro cartas que pudieron estar en manos de Maldonado Renella, quien estuvo enamorado del Ché, tal como dijeron Pedro Jorge Vera y el periodista Pepe Guerra. “Todo se volvió una ficción escandalosa”, anota Carrión.
En todo caso, por fin pudo entender por qué siempre omitían la parte de Guayaquil en varios documentales. “Estaba volada porque no aporta nada al mito”, dice, más bien lo desfigura, pienso yo. Alguien remata que la novela, por nada del mundo entrará a Cuba.
La presentación de esta magnífica novela tuvo la participación de los escritores Fernando Balseca y Leonardo Valencia. Valencia anotó que se trata de una gran novela, los lectores podrán encontrar una aventura de la escritura en una obra tentacular. Por cierto, refirió, Fúser fue uno de los sobrenombres o “nombres de combate” utilizados por el Ché.
Sobre el autor, hizo un paralelismo con Balzac y París. Afirmó que Ernesto, el novelista, es el Balzac de Guayaquil, es el gran novelista sobre una ciudad mutante, violenta, feliz y triste al mismo tiempo, cultísima, aunque no lo parezca.
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