Mirar el mapamundi es otra forma de habitarlo, de viajar por sus mares y sus bosques, de descansar en sus parajes inexplorados, de retomar aquella bizca y sabia manera de entender el horizonte desde las millones de enunciaciones, de palabras, de sonajas semióticas heredadas por el lenguaje.
Somos una breve metáfora de ese viaje, una semiosis, un salto mortal del acróbata que quiere, a toda costa, el vertiginoso vacío, con la pobre ilusión de hallar un hilo que lo sostenga en la mitad del abismo.
Quién sabe, ese hilo invisible a veces es como esa lectora voraz que pintó Wiertz, como un insomne que olvida su vida entre los pasillos de la biblioteca y luego, ambos se disponen a abandonarla tardísimo y las calles son frías y la luna brilla como nunca sobre sus nucas y se convierten en astros solitarios.
Bienvenidas y bienvenidos, estrellas fugaces.
Marlo Brito
Pd: No soy un robot.