La ciudad que todos llevamos dentro

Oct 19, 2023 | CIUDADES Y TERRITORIOS DEL FUTURO

Marlo Brito*

Cada ciudad tiene un alfiler en el corazón. Esto quiere decir que cada persona dispone de este artefacto, que a veces se nota a simple vista, pero que generalmente se lo lleva oculto. Si vivimos allí, significa que cada risa y cada llanto le pertenece a esa pequeña-gran geografía urbana, a las calles recorridas, a sus plazas, a los espacios rituales sagrados y paganos, a los rincones que se rememoran, a los olores y a los sabores de cada micro-lugar.

Juan Villoro, por ejemplo, dice de su México DF, que cada habitante lleva un sismógrafo en el alma[1]. Quito -me atrevo a una suposición suicida- creo que lleva un alfiler, porque nos duele la ciudad y la amamos inconsolablemente.

Pero esos micro-lugares juntos hacen la metrópoli, de allí la importancia que le dan sus habitantes al trazo, a la imaginación, a la creatividad y al ingenio, para buscar de mil maneras un remedio para sus males y así exorcizar los presagios de Mariana de Jesús[2].

La pandemia puso a prueba a todas las ciudades del mundo y, en particular, a las ciudades de América Latina, que fueron edificándose con la espontaneidad como fuerza hegemónica, resistiéndose a cierto orden, imponiendo su marca con el devenir de la costumbre y de todo aquello que llamamos cultura, revelándose constantemente frente a cierta institucionalidad impuesta desde la colonia y desde el exterior, tal como reflexiona André Roth[3].

Nuestras ciudades se hicieron así, en un proceso acelerado de urbanización. En la actualidad, más del 80% de la población de América Latina vive en las ciudades, lo que la convierte en la región más urbanizada del planeta[4], pero que al mismo tiempo experimenta problemas estructurales de pobreza, inequidad, inseguridad y violencia, que se suman a otros de orden ecosistémico.

Si las ciudades en América Latina se fueron edificando en la región con una suerte de sello identitario propio, también las alternativas de solución a sus más acuciantes problemas tienen que nacer de su propio entramado económico, institucional y social. Corti hace un recuento de estas soluciones, que “proponen caminos interesantes para la recuperación urbana y social”:

  • Proyectos Urbanos Inclusivos del urbanismo social de Medellín.
  • Operaciones de integración urbana Favela-Bairro en Río de Janeiro.
  • Recuperaciones de centros históricos como los de Quito, La Habana o Ciudad de México.
  • Recuperación demográfica del centro de Santiago.
  • Sistema de autobús con carriles exclusivos «ligerinho» de Curitiba.
  • Presupuesto participativo de Porto Alegre.
  • La empresa municipal de servicios públicos en Medellín.
  • La empresa pública que integra servicios básicos y tecnología de punta en Cuenca (ETAPA)
  • El Estatuto de las Ciudades brasileño de 2001.
  • La autogestión social en Vila El Salvador en Lima, las cooperativas de vivienda uruguayas, los barrios del Movimiento Territorial de Liberación (MTL) y el Movimiento de Ocupantes e Inquilinos (MOI) en Buenos Aires.
  • Las rutas para la movilización alternativa y el uso de la bicicleta, en varias de las ciudades de América Latina.
  • Las experiencias de mancomunidades para atender problemas vecinales comunes, como el de la basura o la conservación de cuencas hidrográficas.

ONU-Habitat propone un pacto para la construcción de Ciudades ODS, sabiendo que es en los espacios territoriales locales donde se hacen viables y concretos los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y precisamente los ejemplos descritos dan cuenta de ese proceso histórico, cuya característica sobresaliente es la participación protagónica de la población, en un ejercicio ciudadano histórico.

De esta manera y haciendo un ejercicio de retrospectiva exploratoria, parece juntarse aquel proceso espontáneo de la ciudadanía latinoamericana, con los esfuerzos por recuperar un sentido histórico de nuestras ciudades y la necesidad de poner en escena aquellas “lecciones aprendidas”, que, vistas en perspectiva, constituyen una suerte de “modelo para armar”, como diría Cortázar.

Naciones Unidas resume estos desafíos en los siguientes hitos: transporte y movilidad sostenible, edificaciones eficientes, residuos, agua y saneamiento. Y todas ellos competen a las ciudades y a sus municipios. Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, anota que es fundamental “reivindicar la agenda urbana y conceptualizar a la ciudad como una oportunidad y bien público global”, más aun cuando “la pandemia provocada por el COVID-19 encontró a la región en mal pie, agudizando sus problemas estructurales de desarrollo y el descontento social”[5].

Pero allí, en el seno de nuestras ciudades, quizá están las alternativas que la propia población ha ido creando, para enfrentar el cambio climático, para su planificación integral, para incrementar la eficiencia de sus sistemas, para masificar la circularidad, para eliminar el consumo de combustibles fósiles, pero al mismo tiempo para superar la pobreza y la desigualdad con la participación de los propios involucrados.


* CEO de Algoritmus. Master en gestión del desarrollo local ©.

[1] Revistaanfibia.com

[2] Dícese de aquella frase de Mariana de Jesús, que Quito no se destruirá por los terremotos, sino por los malos gobiernos.

[3] André Roth. Neo institucionalismo aplicado a la transformación democrática del estado. Conferencia FLACSO. Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=gSS4znTf0Ug

[4] Marcelo Corti. El estado de las ciudades latinoamericanas. Revista Nueva Sociedad. Mayo 2018.

[5] Alicia Bárcena. Conferencia de presentación del informe global «Ciudades y pandemias: hacia un futuro más justo, verde y saludable». ONU Habitat y la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. Junio 2021.